martes, 9 de octubre de 2012

EL CASO DE SANTOS CHOCANO


(Artículo íntegro de 1920)

    Chocano está preso. Chocano está en peligro de ser condenado a muerte por el Gobierno revolucionario de Guatemala. Esto dijo el cable.
     Y no bien sonó la noticia, empezaron a oirse en España y América voces de piedad, patéticas imploraciones de perdón para el poeta en desgracia. Que no le maten, que le dejen libre, pues se trata de uno de nuestros más ilustres poetas --clamaron mil voces en España y América.
     A primera vista, este clamor general dice bien, dice muy bien de la sensibilidad de nuestra raza. Pero..., ¿será cierto que poseemos una sensibilidad tan fina, tan despierta a los reclamos humanitarios y universales? Veamos, que bien vale la pena detenerse un momento a reflexionar sobre un caso tan repleto de enseñanzas.
     Chocano está considerado entre nosotros como un hombre de tipo superior, como una cumbre intelectual, y es a ese título que han surgido ante el drama de su caída, tantos clamores de piedad. Pero yo pregunto: ¿es o no cierto que este hombre insigne se alió e identificó con el célebre tirano Estrada Cabrera? ¿Es o no cierto que la revolución les sorprendió juntos en la hora suprema del derrocamiento de una tiranía horrenda que, durante más de veinte años, pesó como una losa fúnebre sobre la dignidad y la vida de un pueblo hermano?
     Pues si es así, ¿no resulta, tanto más culpable el cómplice de esta odiosa tiranía mientras más alto se le coloque como intelectualidad? ¿No es más fácil explicarse y excusar la abyección criminal de un hombre adocenado del tipo de Estrada Cabrera, esclavo de sus bajos instintos de rapiña y mando, que la de un espíritu de excepción, plenamente iluminado y consciente de sus actos?
     ¿Qué es peor, sucumbir de pronto a la tentación de ser tirano de los demás hombres, o venir de luengas tierras hasta la tierra triste del tirano, no para hacer causa común con los miles de hombres, mujeres y niños escarnecidos y atormentados día tras día bajo el látigo del déspota, sino para instalarse en el palacio de éste y, a trueque de sus favores, loarle en sus crímenes y colaborar en su obra?
     Francamente, por odioso que sea el papel de déspota, no podemos compararle en degradación, cobardía y repugnante frialdad espiritual, con el papel de "dilettante", cortejador y favorito de tiranías. Y si a esto se agrega la circunstancia de que el cortejador y favorito es un hombre de mentalidad superior... ¿qué pensar entonces?
     Por consiguiente, si es una genuina sensibilidad la que clama perdón en España y América, ¿por qué no vibra de piedad también ante el triste destino de Estrada Cabrera? ¿No es también éste un semejante nuestro bruscamente caído en la mayor desgracia?
     --Pero es que uno es un hombre del montón, y el otro es un esclarecido poeta...
     ¿Y qué? ¿No es más funesto para la humanidad, y por consiguiente menos acreedor a la simpatía de sus semejantes, un esclarecido poeta, enfermo de malignas ambiciones, que un hombre del montón? La influencia perniciosa de un hombre cumbre ¿no llega mucho más lejos que la de una medianía?
     ¡Oh Santos Chocano, triste figura de hombre de pocos pensamientos y muchos y sonoros sentimientos (más extensos que intensos), que hace tiempo vagaba de país en país como un judío errante, sonámbulo trágico de un sueño de millonario burgués! Yo me siento conmovido, pero no sorprendido, de tu desgracia de ahora. ¡Visionario de grandezas de burgués enriquecido, tu ambición vulgar de hombre de tosco espíritu y refinados sentimientos te llevó de Villa a Carranza, de Carranza a Villa, de este ministro a aquel magnate, hasta ir a dar, con un saco de fofas metáforas, al siniestro palacio medioeval de Estrada Cabrera en torno de quien ruge hoy la ola popular furiosamente vengativa!
     Yo no creo en castigos. yo no creo en venganzas con o sin disfraces de justicia. He penetrado varias veces en las lóbregas cavernas del dolor humano, y ya no sé ver, en el que sufre, culpas ni inocencias, sino contorsiones y ayes de sufrimiento, que me infunden siempre irresistibles ansias de gritar piedad.
     Y, desde la humildad de este rincón donde laboro en pequeño por todo lo grande, alzo también mi conmovida voz de conmiseración y de olvido para todos los reos infelices del inmenso crimen guatemalteco, tanto para los grandes como para los chicos.
     Revolucionarios de Guatemala: No déis a vuestros heroicos niños y mujeres el espectáculo cruel y corruptor de la venganza disfrazada de justicia, después del noble y bellísimo espectáculo de la reivindicación.
     En esta hora en que se vislumbran las claridades de un nuevo día para el mundo, elevaos sobre vosotros mismos y sed fuertes con la fortaleza de la magnanimidad. Abrid las cárceles, en un amplio y nuevo ademán generoso ante los que ya no pueden haceros daño, y no quedará en el mundo ni una sola alma genuinamente superior que no os contemple con fervores de simpatía.
     Pero, si pensáis en una expiación, ¿qué peor expiación que recibir de las manos mismas de los agraviados la libertad y la vida?
     Vivir, recordar, sentirse solo y agobiado por el peso de una leyenda sombría... Este castigo, que no mancha de sangre ni crispa de odio cruel la mano del vencedor, ¿acaso no es el más grande castigo que es posible imaginar?

Publicado en el blog nemesiorcanales.blogspot.com


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