miércoles, 24 de octubre de 2012
DIFERENTE
El cuervo blanco
posó su mole agrietada
de ensangrentados párpados
y puñetazos al viento,
en las salpicaduras del mundo.
Tenebroso
y con ojos de pez ardiente,
el cuervo blanco,
de buche chamuscado,
de aliento insomne
y lacrimales y plumaje de seda,
rumió como relámpago de ojos
el instante más tenso de la vida.
Y con latigazos de plumas huecas
y corolario estoico y sabido,
como arañazos en papel de lija,
supo estremecido y único,
que los crespones de la curiosidad,
se pagan en manteca colorá:
cuervo blanco,
perenne cuervo.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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