jueves, 3 de mayo de 2012

LUPUS EST HOMO HOMINI, NON HOMO, QUIM QUALIS SIT NON NOVIT

Rabiosamente Liberal

–¿Quieres? Regalo de mi esposa –aclara el calvo mientras le ofrece su pitillera.

A la vista del metal, tiembla. Sólo a la plata no es inmune: la misma materia que le dio la vida podría arrebatársela. Pero ni aun conociendo sus peligros, deja de brillar la avaricia en los gélidos ojos.

El desconocido observa insistentemente su dura pelambrera, como si de verdad envidiase esa densa barba contra la que nada pueden las maquinillas de afeitar. Quizá sea gay. O quizá no.

Cuando despierta, apenas nada le queda del anónimo benefactor, el sacrificado samaritano conocido en el bar, salvo una desagradable pelusilla entre los dientes. No es fácil encontrarlos totalmente imberbes.

Su ropa está hecha jirones. Si sigue estallando camisas tan a menudo, se verá obligado a dejar de usarlas de marca. Eso por no hablar de los zapatos, que ahora lucen cinco tajos: cinco heridas abiertas por sus propias garras. Debería aprender a entusiasmarse menos, pero no logra contener su instinto animal.

Se ha preguntado sobre el origen de su mal cientos de veces, Otras tantas, ha buscado respuestas entre las páginas de todo tipo de libros. “La explicación tradicional del fenómeno parece solapar la violación de alguna norma natural o social”, lee en la enciclopedia bajo la entrada “licantropía”.

Recuerda vagamente aquel día en que no le tembló la mano al firmar el primer préstamo hipotecario con cláusulas abusivas, el primero que dejó a una familia en la calle... Pero inmediatamente rechaza la absurda hipótesis.

Al fin y al cabo no hay nada de extraño en él: “el hombre es un lobo para el hombre”, se consuela echando mano a los conocimientos adquiridos en sus tiempos de estudiante de Económicas. Y libre del peso de la conciencia, sale, como cada noche, en busca de su presa.

Salomé Guadalupe Ingelmo (España)
Publicado en la revista Minatura 117

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