Cuando apareces,
es como si en una gruta lúgubre y sombría,
de pronto,
una luz iluminara la vida
como si el odio de las circunstancias trocara
en humo limpio de hollín.
Es tu sonrisa morena,
esa sonrisa que gobierna el mundo,
tu presencia,
tu estampa como la caligrafía de una quimera,
como un suplicio para las miradas,
la que provoca millones de epicentros timoratos
que quizás no percibas,
así yaces en el viento.
Pero no solo eres tu sonrisa,
tus gestos involuntarios,
tus curvas como el vaivén de un tsunami:
no, no solo eso eres,
no eres solo el lujo de tu apariencia,
eres más –y lo sabes-
y te acrecientas en la lejanía.
Y aunque recuerdes que a veces
la luz te parece triste,
sabes, con la inercia de los siglos, que los dioses
solo merecen vivir posados a tus pies.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
ME REBELO
Hace 8 horas
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