Debo reconocer que me apasionan las criaturas mitológicas… Todavía me visualizo con 5 años frente al televisor viendo el exorcista y diciéndole a los adultos que cuando fuera grande quería ser arqueóloga, pintora o escritora; más tarde, bueno, inmersa en las lecturas propias de adolescentes y vistiendo uniforme de primaria. Esto se lo debo a la contagiosa pasión de mi mamá por el terror, el suspenso y la ciencia ficción que me ayudaron a madurar más de lo conveniente para muchos y en ocasiones hasta para mí, puesto que aprendí a ver el mundo a través de la poderosa fantasía interior acumulada por la lectura y las películas. En la secundaria ya me había embarcado en un viaje clásico: Los miserables, El quijote, La divina comedia… podría decirse que para los 15 años ya había cerrado el ciclo de quemar etapas y era un autentico objeto anacrónico. De ahí que me lanzara a buscar espíritus vanguardistas y posmodernistas en aquellos lugares “civilizados”, como la gente de pueblo les llama a los lugares céntricos. Esto me llevó a estudiar teatro y después de mucho tiempo a tomarme en serio lo de ser escritora, ya había descartado la arqueología como profesión, aunque me apasionaba la Historia antigua y medieval y como soñar es “gratis”, pues podía verme con botas y sombrero en el desierto o en la selva, por supuesto allí donde hubiese una aventura estaba yo como la primera, con ese diagnostico propio al que llamo locura saludable.
Esta era yo y todo lo que me pasaba tenía o tomaba un matiz fantástico a mis sentidos y a los ojos ajenos, aprendí a ver la poesía en la cotidianidad, lo especial en todo lo que se acercaba o despedía, me negaba rotundamente a ser igual, a pensar del mismo modo que los demás, con ese tono generalizador y pesimista al referirse al “mundo”, puesto que ese, indiscutiblemente, no era el mundo en el que yo vivía.
Con un diagnostico clínico como este que me permitía caminar largos senderos disfrutando el paisaje, hacer las colas observando a las personas a mi alrededor, tan diferentes y semejantes entre ellas, esperar el ómnibus todos los días al salir de los ensayos de Bodas de sangre, en la multitudinaria parada del Quijote, se convirtió para mí en una verdadera película (no apta para menores). Esa espera me llevó a conocer personas especiales, con espíritus renacentistas o post- vanguardistas, algunas con el tiempo se convirtieron en buenas amistades, pintores, actores, cineastas, escritores, gente culta, loca y buena, la clase de amigos ideales para mí. Fue allí, en ese hacinamiento donde lo vi por prime… bueno en realidad mi despiste habitual no me permitió verlo, sino empujarlo al pasar, alce los ojos para disculparme, pero creo que debía pedir perdón puesto que tenía delante a un antiguo dios pagano de la belleza, así que no dije nada. Corrí a sentarme en el muro del final donde siempre me sentaba a esperar a mis amigos, pero tuve que volver a pedir, o sea a gritar el último, en ese momento haber aprendido a proyectar la voz con el diafragma era verdaderamente útil, aunque el ultimo casi nunca aparecía y los gritos llamaban la atención de “todos”. Volví a sentarme, abrí la página 73 de Quo Vadis? y ante mis ojos se abre un pasaje descriptivo de la protagonista que reflejaba …
-¿Puedo sentarme?
Sonreí, con la cabeza baja y el cuerpo estremecido porque supe, no sé cómo, que esa era la aventura de aquel día en el misterioso parque-parada del Quijote. Después de todo, me resultaba cada vez más ventajoso el hecho de gritar el último. Al fin levante la cabeza y casi me vuelvo a quedar muda, tome aire y contesté:
-Puedes, hay muro suficiente para los dos y parece que la espera será tan larga como la noche.
-¿Tú crees? -dijo como si fuera una pregunta retórica y con una sonrisa pícara que me remontó a mi sueño de arqueología, pero esta vez no me encontraba en el desierto o en la selva, sino en Pompeya rescatando de las cenizas y el tiempo una estatua de Apolo.
-Creo que esta parada es el comienzo de una larga espera a la que le sobrevive un largo viaje -dije con una sonrisa igual de picante y luego agregué para desviar un poco la intención de mis palabras anteriores-. Se nos fue la confronta de las 12:00 PM, ahora hay que rezar porque venga la de las 2:20 AM.
-Bueno no tengo apuro, soy bastante paciente así que puedo esperar, después de todo dicen que las cosas no llegan cuando uno quiere, sino cuando más las necesitas -volvió a sonreír con la mirada fija en mí.
En ese momento me vino a la mente una frase de la que nunca recuerdo el autor pero que siempre me ha gustado: “Primero lee los clásicos, segundo léete los clásicos y por último vuelve a leer los clásicos”. Ahora comprendo con mayor claridad estas palabras, la perfección, la sobriedad, la simetría que caracterizaron la Antigüedad estaban delante de mí y su belleza me hería los ojos y nublaba mis sentidos. Nunca me han gustado los hombres lindos, hay una marcada diferencia entre ser lindo y bello según mi mundo, ser lindo es tener el rostro y el cuerpo simétrico, despertar apetito sexual en las chicas, estar a la moda y por lo general no tener nada en la cabeza. Ser bello es tener un rostro encantador, un cuerpo y una mente sana, inteligencia, habilidad, ser profundo, sencillo, romántico, sensible, sincero, saber escuchar, comprender, irradiar sosiego, alegría, ser útil… Lo que mis ojos veían ahora, lo que había escuchado y lo que sentía me hacían entender que tenía delante un hombre bello, en lo que se refiere a esa belleza rara que fascina. Aunque estaba consciente de que era demasiado pronto para hacer conclusiones, igual me aventure con la escusa de no saber cuánto tiempo podría disfrutar de aquella causalidad; prefería conservar la idea de haber conocido esa belleza clásica.
-¿Qué estabas leyendo? -preguntó mientras escrutaba el libro que aún conservaba oculto entre mis manos.
- Cuo Vadis? - conteste con inseguridad, ya que es el tipo de novelas que la gente suele confundir con una simple historia de amor sin detenerse a analizar el contexto y la filosofía que encierra. Precisamente estuve inmersa en este debate con algunos de mis compañeros del grupo de teatro después de finalizado el ensayo, una polémica bastante interesante que hizo aflorar las creencias de unos y el ateísmo de otros. Alicia una de las actrices del grupo dio toda una disertación sobre como las mujeres pueden manipular a los hombre para obtener lo que quieren. Todos quedamos anonadados porque ella solo lee revistas de modas y belleza. Dio un argumento completamente fuera de lugar basada en la mala interpretación de la critica que hacíamos mis compañeros del club literario y yo. Créanme no darle una bofetada para callarla fue todo un reto. Así que, como se imaginan, ya estaba predispuesta respecto al tema.
-Creo que es una obra genial, comenzó diciendo, lo he leído 5 veces, me inspira, me llena de esperanza, me recuerda de que el ser humano necesita creer en algo y confiar en alguien. Cuando lo leo mis cuadros se suceden como una secuencia de imágenes dictada por una vos invisible y si no la escucho me vuelve loco, es como un murmullo incansable que obliga a cumplir con la misión fijada para mí en el libro secreto de la vida, una verdadera paranoia de mi parte ¿no crees? A propósito me llamo Víctor.
Llevábamos un rato conversando y ninguno de los dos nos habíamos presentado, aunque creo que los nombres sólo son un simple formalismo para tenernos registrados, no creo que identifiquen en toda su extensión quienes somos en realidad, de hecho hay personas que tienen nombres bíblicos y son ateos, en fin, que yo ya “sabía” quién era sin saber su nombre. Ademas su opinión sobre Cuo Vadis? me había cautivado aun más. Lo mire como quien padece de vértigo mira al abismo, con el deseo irresistible de lanzarme… pero me limite a contestar:
-Me llamo Lía -(soy una de esas personas a la que no le agrada del todo su nombre, no sé de donde lo sacaron mis padres, pero no me atreví a preguntárselo ya que viniendo de mi mamá podía ser el nombre del personaje de una película o un libro, eso no estaría tan mal, pero viniendo de mi papá sin dudas era el nombre de una diva de los 70 quién luego de su evidente fracaso, abrió un restaurant para vengarse de la anorexia y la bulimia). Ordené mis ideas antes de continuar.
-Si crees que eres paranoico te aliviaré contándote que me he leído este libro 14 veces, estoy de acuerdo contigo en que es una novela inspiradora, me hace ver la vida de un modo diferente, con ganas de vivirla intensamente, de extraer lo más hermoso y bueno que hay en ella. Además también escucho esa vos, y cuando eso ocurre, mis ideas se transforman con una fluidez vertiginosa en palabras que le dan cuerpo a poemas, a cuentos, todo se sucede como en una película y siento que el narrador me induce constantemente a seguir, es un camino largo y lleno de irregularidades, pero sé que es mi deber recorrerlo. Siento esas manos intangibles que me recuerdan cuanto necesito escribir para salvarme… -Sonreí a medias mientras él me observaba absorto en cada una de mis palabras y mis gestos, se acomodó frente a mí con las piernas cruzadas y yo intuitivamente hice lo mismo. Estaba feliz de que no hubiese aparecido ninguno de mis amigos a interrumpir aquello que no sabía a estas alturas como llamar. Me contempló con los ojos perdidos, como si quisiera adivinar mis pensamientos y luego sonrió, creo que había logrado adivinar mis deseos de no ser interrumpidos. Me devolvió el libro, que no supe cómo había llegado a sus manos, y continuó la charla:
-Vaya yo pensando que estaba medio obsesionado con la obra maestra de Sienkiewicz y ahora resulta que para ser su admirador número uno tengo que leerme Cuo Vadis? 15 veces. Además, ya estoy más tranquilo, después de todo estoy medio loco, pero no soy el único. Y que conste que estoy muy orgulloso de mi locura -dijo con la mano en el corazón, simulando un acto heroico-. ¿Cómo lo ves?
Rompimos a reír inconscientemente. La gente de la cola nos miraba como si realmente estuviéramos locos, pero no había tiempo para prestarle atención a esas miradas, yo tenía delante un aquelarre de belleza que iba más allá de toda esperanza.
- Tener una dosis de locura es como guardar un juguete de nuestra infancia, nos hace recordar con cierta nostalgia la niñez. Creo que no hace falta guardar una caja llena de chupetes, baberos, pañales y un trocito del cordón umbilical, sólo algo que fuera especial para uno. Yo guardo un conejo bastante desmadejado y simpático, que me permite seguir conservando los deseos de experimentar y no me deja escapar de la edad de los por qué.
- Parece que nos encontramos dos preguntones en una situación bastante conveniente para invadirnos con esas incógnitas que tal vez no tengan respuestas, pero que merece la pena intentarlo. ¿De dónde eres?, ¿Tienes novio?, ¿Por qué el tiempo es infinito y la existencia tan limitada?
-De acuerdo, pero después de responder me toca interrogarte a ti y te advierto que soy muy curiosa. Soy de Guanabacoa, vivo en una cueva pequeña y barroca, llena de plantas, con una perra y muchas telarañas. No tengo novio, creo que me estoy tomando un tiempo para disfrutar de la soledad, para estar conmigo. En realidad no me urge tener un novio, sino “el novio”, no hablo de un príncipe azul, puede ser de cualquier otro color y no pido mucho, quiero un ser humano inteligente, sensible, creativo…bueno, lo reconozco un extraterrestre. Y creo, o quiero creer, que la existencia no sería tan valiosa si fuera eterna, si dispusiéramos de todo el tiempo para hacer las cosas que anhelamos, nuestras vidas serían demasiado sedentarias para mi gusto, terminaríamos aburridos y al final sin deseos de hacer otra cosa que intentar morir, puesto que ello pasaría a ser lo único que no podríamos hacer… Después de todo como dijo Rabindranaht Tagore: “La vida es la constante sorpresa de saber que existo”.
-Tú sí que sabes saciar la curiosidad ajena, veamos si eres tan creativa elaborando incógnitas-. La sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios como una pieza de jazz, profunda, sensual, in crescendo. Sus ojos denotaban esa luz típica de la impaciencia y el asombro, de la búsqueda incansable.
-Vale, ¿Quién eres?, ¿Crees que fuera casualidad que nos encontráramos aquí?, ¿Qué esperas?
De pronto todos corrieron a formar la fila de los desamparados, el ómnibus estaba aparcado en la parada y yo ni lo había visto. Guarde el libro en el bolso y mi nuevo… no sé cómo llamarlo, me colocó junto a él en uno de los puestos más avanzado de la fila y protegiéndome de los empujones de la gente. No tuve tiempo para pensar en nada, entre sus brazos podía sentir como el sol abraza a la tierra. La gente en la cola gritando obscenidades, empujándose, discutiendo y yo desorientada por completo. Realmente no recuerdo como subí al ómnibus, pero aún puedo sentir la ira que me invadió cuando lo vi aparcar. Tenía la sensación de que este encuentro no se iba a repetir.
Como es lógico no alcanzamos asiento, nos arrinconamos al lado de la puerta y él seguía detrás de mí tratando de protegerme de los empujones de la gente. Yo sólo pensaba en buscar el tiempo y el espacio para ponerme de frente y hablarle. En aquel instante supe que yo además de padecer vértigo también sufría de claustrofobia. Fue algo intenso, enajenante, algo que sólo duro segundos, porque al cabo de las dos cuadras, en la siguiente parada, las puertas del ómnibus se abrieron, la gente comenzó a avanzar por el pasillo para darle paso a los que subían y yo deje de sentir aquel abrazo cálido y extraño que me salvaba. Volteé para buscarlo y no estaba, a través del cristal pude ver su rostro en la acera sonriendo, dibujo un signo de interrogación en el cristal y desapareció.
El viaje fue largo y lo que quedaba de la noche lo fue aun más. Trataba de encontrarle una explicación a lo sucedido, ¿Por qué se había marchado de aquel modo?... Eran demasiadas preguntas y ninguna respuesta, sentía un nudo en el pecho y un puzle en la cabeza. Soy una tonta me decía frente al espejo, es sólo un extraño, quizás lo vuelvas a encontrar en la parada, si no que más da, ya conocerás a otros chicos así de encantadores y extravagantes en tu vida. Pero estaba consciente de que aquello no me ocurriría otra vez, la vida no da segundas oportunidades, todo fue demasiado perfecto. Estaba sufriendo por algo que sólo duró unas horas y que mantendría mis sentidos ocupados por mucho tiempo. Pase de esa fase existencialista a lo Schopenhauer a una corriente positivista: tenía que olvidar aquello, buscar nuevos proyectos, nuevas aventuras, divertirme más y sobre todo cambiar de lectura, por el momento. Corrí a prepararme para ir a los ensayos.
Mis amigos del club literario estaban en la puerta del teatro esperándome, cada uno con sus apuntes y sus historias los salude a todos me cambie y subí a las tablas:
“…Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega dura y fría,
el agua de los estanques.”
Yo tenia el protagónico en “Bodas de sangre” interpretaba a la novia, pero había hecho lo imposible para que me dieran el papel de la luna, me fascina toda la obra de Lorca, pero el personaje de la luna es místico, es inspirador y genial. Sin embargo ahora con este cataclismo interior, el texto de la luna me hería, me evocaba la magia del misterioso encuentro y el amargo sentir de que no volvería a suceder algo así en mi vida. Terminamos de ensayar y fui corriendo a cambiarme, no quería quedarme en la tertulia habitual, las personas me ahogaban. Siendo sincera, tenía un debate conmigo misma: por un lado quería correr a la parada del bus con la esperanza de verlo otra vez y por otro tenia miedo de llegar y no encontrarlo. En medio de esta pelea entre el ser y el no-ser escuche que Alicia entraba al baño hablando con a alguien le decía que solo había estado con su ex novio porque era un artista reconocido internacionalmente y gracias a el había conocido personas influyentes, entre ellas a su actual novio que es español y arquitecto. Salieron del baño y yo me quede unos minutos pensando en las miserias humanas y las personas tan superficiales que las alimentan, de verdad es una pena.
Me despedí de mis compañeros en el salón con la excusa de que tenia un compromiso familiar y salí……………………………………………………………………………... me quede sin palabras, mi corazón quería abandonarme, mi pulso estaba descompuesto y en mi estomago un niño jugaba a la pelota. Tuve que sentarme en el muro para tranquilizarme unos segundos. Pero????????????????????????????????????????????? un millón de preguntas asaltaban mi cabeza y otra vez no tenia las respuestas. Respire profundo y saque la cabeza por detrás de la columna para ver si el deseo no había nublado mi vista. No había equivocación Víctor estaba parado en las escaleras del teatro y por absurdo que parezca hablando con Alicia. De pronto lo comprendí todo Víctor era el ex – novio de esa bruja, el hombre que ella había utilizado para conseguir su pasaporte español. No sabia que hacer, así que me pare con la intención de entrar al salón y esperar a que terminaran su platica para salir, pero en ese momento apareció maría y me grito desde el traspatio que si yo no me iba. El cuerpo se me congelo y lo único que hice fue mirarlo, el tenia sus ojos en mi y una expresión indescriptible en el rostro. Dejo a la bruja parada en la escalera y llego corriendo a donde yo estaba:
-Esto si es magia, vámonos ahora mismo de aquí, me dijo mientras me tomaba de las manos.
-Tu me debes muchas respuestas así que vamos, le conteste riendo y bajamos corriendo la escalera, la bruja se quedo petrificada mirándonos.
Llegamos a un parque y nos sentamos, se quedo mirándome y me dijo sonriendo ahora debo darte las respuestas que te debo:
-Soy un alma perdida en un mundo donde algo tan mágico como esto no suele suceder y creo que encontrarte es mi regalo por tener fe en las cosas maravillosas de la existencia y conservar la misteriosa esperanza de que un día tú llegarías a mi vida. Ahora solo espero poder hacer para nosotros un mundo de infinitas aventuras. Callo un momento y luego dijo: si tu me lo permites?
Era momento de callar………………………………………………………………….. Así que solo nos besamos.
Del libro Sueños de mujeres de MAYDOLL MORALES PÉREZ -Cuba-
RECITAL ANDALUSÍ EN LOS BAÑOS ÁRABES
Hace 4 horas
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