El jubilo de mi madre nos contagia
encadenada al jaspe que la rodea,
comunicativa,
protege la casa del polvo
esculpe nuestro mundo.
No hay tedio,
corazones sin naufragios.
Las costureras de su trabajo
son amigas de mi madre,
completa lo fraternal,
el pan junto al despojo,
conoce su fuego y nace con obsesiones,
arrebata mis nubes como novia del poniente.
Apellida los rapsodas,
revela que su tierra es luz
donde se hunden los fogosos,
pájaros sin rigidez o agonía.
Mi madre reprocha a los falseados,
a discípulos del diablo,
nocturnos de una ciudad sin limites
prefiere lo vital, el huerto de mi padre
y esa música a donde ambos
muestran generosidad a los amantes.
Del libro Dialogo sagrado de las vírgenes de ODALYS LEYVA ROSABAL -Cuba-
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Hace 22 horas
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