Cuánto fuego en el vientre de la noche,
cuánto grito en la antigua Alejandría,
y no sufro pasiones: letanía
es morder la manzana cuando el broche
queda cerrado al beso. No hay derroche
en el labio que gana miel y fruta.
¿Existe diferencia en la disputa
que va al goce supremo de la carne?
Si buscas mi quejido, es que la carne
tiene fuegos extraños donde muta.
El cielo nos presagia roca fuerte.
La luna, un suave canto de sirenas.
Y el alma es un ardor donde no hay penas
que sacudan el mar de nuestra suerte.
Anclamos toda el ansia –he de quererte
hasta en el miedo brusco de un naufragio.
¿Existe salvación? ¿No habrá presagio
que desdeñe la savia de tu boca?
Serás el dulce heraldo que convoca
en mi reino las llamas del adagio.
Es tu suave mirar un lago, y busco
en el fondo un extraño magnetismo
que descubra en mis ojos el nudismo
de sus peces amantes. Te seduzco
en un desliz de ropas. Es el brusco
intento de calmar tu poderío,
lo que mueve mis carnes si desvío
el curso de las aguas hasta el pozo
donde el goce, otra vez, es tan copioso
que desborda las márgenes del río.
Del libro Los césares olvidados de ODALYS LEYVA ROSABAL
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Hace 3 días
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