No es quizás prestada
la pueril anatomía de unos cabellos rojos
descolgando sus visiones
desde un retruque de pátinas escondidas;
prefiero que se piense en sótanos ocultos
o en medianeras de baja altura
a la hora de las siestas;
prefiero aquellos lugares donde erraba más de un fantasma
y el rigor del miedo no era sino historietas
de hojas quebradas y amarillas.
Nada era prestado en esas piernas delgadas
corriendo de un patio hacia otro,
en los saltos que saltaban las escaleras
hasta ganar una calle cubierta de niebla;
el tiempo de las anatomías prestadas
se supone tan lejano como la infancia misma,
y acaso haya sido el sello de la vieja biblioteca
juramentando resistir el olvido
o la tozuda resaca de unos pantalones cortos,
de unas pelotas de fútbol
desgajándose contra las rejas de un centenario balcón.
El tiempo de las anatomías prestadas
no ha desaparecido:
se vislumbra en estos ojos pardos
como si nunca se hubiesen contagiado de los años
y todavía esperaran nacer,
esperaran crecer...
ROBERTO MANUEL LOBOS-Argentina-
viernes, 6 de abril de 2012
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