jueves, 12 de abril de 2012

TEOREMA

Un amor elevado a la enésima potencia
no sabe de números primos monomios y polinomios
y mucho menos de catetos e hipotenusas
pero sí de tribulaciones esperanzadas tras un beso, de renunciamientos pagados con una sonrisa y de soledades compartidas en el abrazo cotidiano y en la caricia ofrendada.

Los besos no son esféricos ni geométricos ni cuánticos pero multiplican el anhelo de la unión de la carne –simbiosis perfecta no binaria del alma- alquimia inexplicable por cualquier teorema.

A veces lo abruma la raíz cuadrada de un suspiro;
otras, deja resbalar alguna pena por la tangente.
En el éxtasis sublima gozo infinitesimal aunque suele recoger alguna que otra desdicha
al cubo o al cuadrado (¡qué más da!)

Cada sonrisa determina el seno del ángulo afectivo,
cada lágrima, en tanto, enjuga a su coseno.
A su diámetro no lo abarcan los pi o los radios y a su perímetro no le bastan todas las aristas porque no es circunferencial, piramidal y aún menos romboidal.

Lo abarca la infinita inmensidad
reducida a la superficie de un mate calentito, de un caramelo o de una mirada
trigonométricamete lasciva, cuadráticamente arrobada o piramidalmente comprensiva.

Las manos amantes amasan caricias directrices e –indican las estadísticas-
la probabilidad del incremento de los latidos es mayor en alguien flechado por Cupido.

Es casi segura la sensación de bienestar al saberse querido
al igual que siempre se acerca a cero al límite matemático
aunque nunca lo sería, es decir la nulidad, si hay verdadero amor.

Las ensoñaciones y los ideales abundan del mismo modo que una ensalada de números imaginarios y como en el principio algebraico basal
lo positivo con lo positivo es positivo y lo negativo con negativo es positivo.
Siempre de a dos, se entiende.

Si parafraseáramos a lo dicho por un general –que también supo enamorarse-,
para un enamorado no hay nada mejor que otro enamorado.
Relación de igualdad, que le dicen.

Tiene por factor común a la compañía y a la cercanía (con perdón de la aliteración)
aunque la distancia se deja acortar en el recuerdo
por más que a los extremos opuestos los separe una inmensidad.

Generalmente se representa con líneas perpendiculares
que en algún punto se cruzan como se cruzan dos almas gemelas,
aunque hay amores paralelos que corren por sendas distintas a las que las separa una
distancia proporcional.
Con la pasión inicial logra que los poros y las pieles se ericen exponencialmente.
Con la pasión amenguada por el paso de los años compartidos, el cariño es un logaritmo
necesario e irreductible.
Con el avance senil, la expresión amorosa se reduce a una ecuación
con una incógnita o dos.

Un amor no es matemática. Ni más ni menos. Es ella, es él, es nosotros, es ellos. O viceversa. El orden de los factores no altera el producto.
Ergo, el orden de los amores, tampoco.

SERGIO SOLER

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