martes, 10 de abril de 2012

SALAMANCA


















Sentado en una terraza
de la increíble Plaza Mayor,
casi perfecta en toda su extensión,
vi pasar mucha gente bien abrigada,
porque el frío hacía temblar sus cuerpos,
gente desconocida con una vida
llena de aventuras y desventuras.
Tal vez alguno enseñaba donde enseñaron
Unamuno y Fray Luis de León
o estudiaba en las mismas aulas
donde estudió San Juan de la Cruz
o dormía en la habitación donde Colón
durmió y soñó con viajar a las Indias,
o tal vez son hombres sencillos
que viven y mueren sin saber la grandeza
de esta ciudad donde vinieron a nacer.

Tal vez sean visitantes como yo
que durante unas horas o unos
días recorremos sus calles
empapándonos de su cultura,
degustando su riqueza culinaria.
Gente que después seguirán
su monótona o amena existencia
en una oficina, en una obra,
recordando la felicidad
de aquellos días en Salamanca.

JOSÉ LUIS RUBIO

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