domingo, 8 de abril de 2012

OCHENTA AÑOS

Qué se siente cuando con ochenta años,
ochenta,
el corazón regurgita colores de estaño y cobre.

Y se endurece a la intemperie como la estatua de Pessoa, de piedra y mugre en cualquier barrio en cuesta de Lisboa.

O cuando suena a grietas corrompidas
y a aliento de subsuelo,
si el espejo centellea en la punta de la mirada.

Ochenta años vistos y no vistos,
Insomne,
golpeando las lágrimas muy adentro.

Disconforme, estafado,
como si el puente más largo del mundo te atravesara
la faringe.

Resoplando,
con los recuerdos en la nuca,
corazón ahíto de miserias ajenas.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ-Mérida-

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