Aún conservo el libro de Espronceda.
Los pétalos deshojados
y los moretones por llegar la tarde
aquella primavera
de besos y abrazos furtivos.
Aún recuerdo tu vestido, tus zapatos
con las primeras motas de deseo
buscando caminos.
Conservo tu carta
y mi primer poema.
Las miradas
fugitivas
del chivato de quinto C.
Aún tengo tu olor a amapolas;
quisiste ser alfil y reina
en tu tablero
de niña mimada.
¡Pero las flores se marchitan!
Sólo las horas nos separaron,
sólo los sueños se equivocaron.
Los senderos siguen llenos de polvo
y alguien que no se miró al espejo
me despierta, ordena mis versos
y lleva un puñado de ilusiones
al mismo colegio
donde nos conocimos
leyendo versos de Espronceda.
GUILLÉN LOSADA-Montilla-
Artículo en la revista digital Teoría Ómicron
Hace 4 horas
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