domingo, 8 de abril de 2012

CITA


Me convocó a su casa, me recibió desnuda,
frontal ofrecimiento tras la bata entreabierta;
su piel era alarido de sexo, mas la duda
se le instaló en la mente cuando cerró la puerta.

Besé sus labios húmedos, devolviéndome un beso
sin convicción profunda, como quien intentara
dar los primeros pasos pensando en retroceso,
como si en lo más íntimo su cristal se quebrara.

Y empezaba a quebrarse. No demandé razones;
a cada cual le llega su actitud vacilante,
su pisada insegura, sus grietas, sus opciones;
no en todos hay aplomo ni madera de amante.

Ni en todos hay empeño, ni voluntad de ruego.
¿De qué sirve la súplica? Las cosas se plantean
y después se ejecutan; el titubeo es juego
de quienes no caminan, tan sólo merodean.

No era joven bisoña, sino mujer madura,
de las que se proponen, deciden y realizan;
porque ¿de qué nos sirve soñar una locura
si su atracción y gloria se nos volatilizan?

Si hubo sueño en su mente, desvaneciose en bruma,
si temblor en sus muslos, dormiría en su mano,
si el sexo fue oleaje, se le tornó en espuma,
y el arte de sus labios volvióse puritano.

Su afán voluptuoso, alfanje ya envainado,
quedó en los blancos pliegues de su albornoz disuelto;
me ausenté de su casa, ni hostil ni contrariado;
si me hubiera llamado otra vez, no habría vuelto.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Ángeles-

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