domingo, 15 de abril de 2012

BENDECIDO CON UNA MALDICIÓN

Solía mirar los amaneceres contigo, recorrer tu figura con la yema de los dedos, jugar con las sombras proyectadas sobre tu vientre.
Por eso el verte salir huyendo por la puerta fue el fin.
El bosque es un lugar muy solitario, incluso para alguien como yo.
No quiero ver de frente al mundo que me ha sido negado, para qué, si sobre mi pecho llevo el estigma.
Licántropo.
Malditos, prisioneros de sí mismos. Yo, por lo menos soy libre. Ni una maldición me quitará eso, jamás.
Espero impaciente que regreses a buscarme. Sé que lo harás porque he sentido mezclado con la niebla, tu aroma flotando en el ambiente.
Esos que ahora me cazan con sus balas de plata, esos que me maldicen te traerán a mí esta luna llena.
Cuando escuchen el crujir de sus huesos, su carne rasgándose en mil jirones, rogarán por sus vidas y yo seré el hombre más bendecido en esta tierra, pues estarás de nuevo conmigo.
Sólo le pido a Dios que me dé la fuerza y el poder de distinguirte de los demás.

Erath Juárez Hernández (México)
Publicado en la revista digital Minatura 117

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