lunes, 16 de abril de 2012

15/9 (inspirada en 26/8)


Las ideas son como peces para David Lynch, quien tiene una sensibilidad especial para el esclarecimiento de los sueños. Y lo notable no es tanto la armoniosa y certera imagen metafórica que nos regala el brillante cineasta sino la posibilidad de vislumbrar su acuario.
Imagino un ejército de astronotus marcando territorio en su mar expresionista…

Nos conocimos en el 109, unos días antes de la primavera, durante esa semana en la que vibran y vuelan los pañuelos descartables. Fue justo a la altura de la Facultad de Medicina, como si un poético destino quisiera jugar a curarnos de nuestras soledades. Cuando miraste hacia el interior del colectivo mientras tu maratón de monedas despertaba a quienes dormían desde el Luna Park, todos nos dimos cuenta de que buscabas a alguien y que, al mismo tiempo, tus ojos se escapaban por las ventanillas.
No sé cuántos asientos contenía el ruidoso medio de transporte, pero éramos tantos los pasajeros, que por poco no había alguien sentado encima del colectivero, quien movió una pieza fundamental al pedir que diéramos un pasito para atrás. Los pasajeros de la última fila que milagrosamente permanecían en estado de vigilia temblaron por el miedo a ser aplastados. Entonces te escabulliste entre dos hombres inmensos y terminaste a mi lado. Yo estaba leyendo Cien años de soledad (o, mejor dicho, recorriendo Macondo con un grupo de gitanos) y García Márquez hizo silencio con un punto final para que pudiera contemplarte.
Te miramos con Gabriel y el colectivo se llenó de humedad. ¡Era insoportable el sopor! Tuvieron que abrir unas cuantas ventanillas para que no faltara el aire. Y a pesar de esto y del libro sosteniéndome del mentón por lo apretado que estaba entre cuatro espaldas diferentes, yo respiraba con una tranquilidad onírica. Los bufidos, las quejas y los insultos no bloquearon mi mente y se dispararon tantas preguntas sobre vos… ¿Quién era yo para no mirarte si estabas ubicada estratégicamente para enamorarme? ¿Qué derecho natural tenía a refrenar mi instinto de atracción?

Escritor y poeta Pablo Mariosa (Argentina)
Publicado en la revista La Urraka

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