CONSTANTINO ESCALANTE
El inolvidable olvidado
Por Juan Cervera Sanchís -México-
Constantino Escalante está justamente considerado como
uno de los más notables caricaturistas que ha dado México.
Nació en la Capital de República el 25 de mayo de 1836
y murió a consecuencia de un accidente ferroviario, que
sufrió en Tlalpan, la madrugada del 29 de octubre de 1868
a los treinta y dos años de edad.
Su fama como caricaturista surgió al unísino de la publicación,
el primero de marzo de 1861, del periódico “La Orquesta”,
cuando Constantino era un joven de veinticinco años de edad.
Le bastaron siete de vida artística para morir convertido en
una celebridad en el México de su tiempo.
Frías Soto, exigente crítico contemporáneo de Escalante, al
morir éste testificó:
“Escalante creó un género nuevo, enteramente suyo, que hizo
de la caricatura mexicana una sátira viva, animada, personal
y punzante, como jamás lo había sido la caricatura europea.”
Harto punzante resultó para algunos el sorpresivo arte de
Escalante. Don Francisco Sosa dejó escrito lo siguiente de
su lápiz hiriente: “Fue un verdadero adalid de la causa de
México en la guerra de la intervención y del imperio, y no
sería arriesgado afirmar que hizo con su lápiz más que muchos
generales con su espada, que muchos escritores con su pluma
y muchos oradores con su palabra.”
Caro le costó a Escalante una caricatura que publicó en “La
Orquesta”, donde el plenipotenciario de Francia en México
en aquel tiempo, Saligny, aparecía dentro de una botella de
cognac de cincuenta años, tras la peregrinación de un lugar
a otro de la República del gobierno nacional.
Escalante, que se había refugiado en Pachuca, fue a caer,
para su desgracia, en manos de las tropas francesas, que lo
identificaron y, en venganza por lo de su caricatura de Saligny,
entre otras que había hecho sobre las tropas invasoras, fue
encerrado, como si fuese una fiera salvaje, en una estrecha
jaula en la que fue traído de Pachuca a México y paseado por
las calles de la ciudad.
Tras recobrar la libertad y volver a publicarse “La Orquesta”,
luego del triunfo de la República en 1867, Escalante volvió a
su puesto de caricaturista, aunque no por mucho tiempo, pues
un año después, como ya dijimos,, un accidente ferroviario
le arrebató la vida.
Sosa nos describe sus funerales:
“Una comitiva inmensa, en la cual se reflejaba el dolor
más profundo y más sincero, acompañó el cadáver del
artista al panteón de San Fernando. La sociedad entera
estaba representada en aquel cortejo fúnebre: artistas,
diputados, hombres de Estado, generales, abogados,
médicos. Todos quisieron tributar el último homenaje al
amigo, al genio que se hundía en la tumba después de
haber conquistado una popularidad de la que no hay
muchos ejemplos en nuestros anales.”
A lo que añadía el acucioso y muy admirable don Francisco
Sosa:
“Constantino Escalante fue el primero de los caricaturistas
mexicanos y, sin pretender herir a los que después de él
han empuñado el lápiz para satirizar a los hombres en los
puestos de la administración o en otras esferas sociales en
donde han llegado a ocupar la atención pública, debemos
decir que ninguno lo ha aventajado ni han siquiera puéstose
a la altura a que él llegó.”
No exageraba don Francisco. En verdad Constantino
Escalante fue el máximo caricaturista mexicano del siglo
XIX, no obstante haber ejercido su arte apenas durante
siete años de su corta vida.
Hoy pocos, poquísimos lo recuerdan y tienen memoria
de su paso por este mundo nuestro donde la memoria
es tan escasa y tan inmenso el olvido.
Máxime entre nosotros que nunca nos hemos distinguido
por la buena y justa memoria histórica y menos por la
gratitud hacia aquellos que mientras vivieron brillaron más
que el común de la gente.
Tal pareciera que la envidia busca a toda prisa destruir cuanto
antes a los genuinos valores y reducirlos a la mudez del
olvido.
La noticia de su paso por este olvidadizo e injusto mundo
nuestro apenas si ocupa hoy seis o siete líneas en los
diccionarios enciclopédicos.
No resta esto méritos al genio de Constantino Escalante,
que hoy aquí queremos recordar someramente contra el
tremendo peso del olvido que, con imperdonable frecuencia,
empequeñece y limita nuestras vidas, ya que la verdadera
vida es memoria dinámica.
Sí, memoria, donde tienen rotunda presencia el ayer como
el hoy, ya que unidos diseñan y reafirman nuestro mañana,
pues el olvido nos confunde nos pierde en un hoy carente
de pasado y futuro, es decir, muerto en vida, como el
enfermo de alzheimer.
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