lunes, 15 de agosto de 2011

POEMA



ATARDECER EN LA CALETA

Aquella tarde busqué al sol,
lo busqué,
en la Caleta y lo encontré,
lo encontré,
jugando con el faro del castillo
mientras el agua saltaba
sobre las milenarias piedras.

Lentamente el sol cedió su luz,
la cedió,
al faro y este coqueto la regaló,
la regaló,
a las olas traviesas
donde nadaban caballas,
morenas, doradas y mojarritas.

Desde el espigón no sabía,
no sabía,
donde posar mis sorprendidos ojos,
no sabía,
si en el agua, en el faro, o en el sol
porque los tres me deslumbraban
con bellos y ardientes colores.

Atrapar no conseguí la luz,
no la conseguí,
porque sin continuidad jugaba,
sin continuidad,
en el alejado horizonte
donde el mar y el cielo
dejaban de ser dos para ser uno.

Se me escapaban los colores,
se escapaban,
y retenerlo era imposible,
imposible,
porque ni tan siquiera
quedaron impregnados en un negativo
que recordara el instante.

De nuevo volví a perder,
de nuevo,
el rayo de luz marina,
el rayo,
que dejándome solo en la oscuridad
me escondía en las sombras
la exuberante belleza del mar.

Unas gotas en las mejillas,
unas gotas,
traídas por el viento,
traídas,
me recordaron que a mis pies,
oculto en la acosadora oscuridad,
el mar seguía yendo y viniendo.

JOSÉ LUIS RUBIO

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