Y me quedé sin alma
Me pidió el alma, para verla, un día,
y yo se la presté, como quien deja
al curioso de turno el libro nuevo
que apenas se cerró sobre la mesa.
Uno espera que observe la portada,
título, autor, quizá la referencia
al tema que aparece en el reborde,
y que seguidamente lo devuelva.
Y me quedé sin alma. Yo esperaba
que, vista ya, me la restituyeran.
Pero se la llevó. Mi cuerpo todo
temblaba como junco en la ribera,
pero desposeído de energía,
no fui capaz de articular protesta.
Vivir sin alma tiene sus ventajas:
Una extraña quietud, una ceguera
que impide ver el mundo,
y al escuchar su ruido, indiferencia.
Nada nos hiere, nada nos perturba,
nada nos espolea.
¿Pero de qué nos sirve
ser planta o ser estrella?
Ser de músculo y carne es un peldaño
tan sólo superior al de la piedra.
Devoraremos nuestros alimentos
sentados impasibles a la mesa,
ocultos en el bosque sin ensueños
sabremos atrapar nuestra pareja,
nos reproduciremos
con escaso ritual sobre la hierba.
Yo quiero más. El gozo y la agonía,
la esperanza, el recuerdo, la tristeza,
la fe y la duda y el desasosiego;
quiero que me devuelvan
el alma que ayer tuve y me robaron,
quiero vivir la vida a mi manera.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
DE FACEBOOK - 6136 - HACE OCHO AÑOS
Hace 11 horas
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