CARTA A MIGUEL
(Soneto decasílabo)
Mi querido Miguel, ¿no sembraste,
esa luna que no alumbró el cielo,
rebelión, corazón y el anhelo
de ese viento que a todos nos baste?
¡Ay, Miguel!, si conmigo juntaste,
la razón de tu fe sin mi velo,
sin tu angosta verdad hoy no vuelo...,
¿no se ha muerto el silencio que amaste?
Delirante de cabras y amores,
por el sol, por el viento y la tierra,
es tu casa sin luz ni colores.
¡Ay, Miguel!, que la noche, tu guerra,
se ha forjado por verte que llores
y a la muerte, en amor, se le aferra...
CARTA A JOSEFINA.
(Soneto decasílabo)
Josefina: tu pan y cebolla,
me han dictado palabras ausentes,
ese fuego que atiza a las mentes,
ese fuego que gime y que arroya.
El vacío que hay en la olla,
es Manuel con sus hambres pendientes,
es la forja que hará de sus dientes,
su destino final, su tramoya.
Mi querida mujer, pasajera
del vacío que deja mi estampa,
un silencio de ser compañera.
… Y en la triste amargura que campa,
he buscado un poder que pudiera
ayudarme a salir de esta trampa...
COMPAÑERAS.
(Para Ana y Vicky)
De sobras os sabéis compañeras,
mujeres que, a la sombra del artista,
hacéis que éste encuentre, al fin su arista,
habiendo de fingir que sois enteras.
Tremendas soñadoras e hilanderas
de aquella realidad del escapista
y que le da al amor, una altruista
parada en el camino y sus quimeras...
Eternas sufridoras de los vientos,
magníficas comadres disidentes
y mágicas pupilas de los cuentos.
Haced aquellas cuentas que, pendientes,
acaban ocasiones y argumentos
que siempre habrán de atarse con los dientes...
TU CRUZ.
(Para mi hijo)
-Mira allí.
Le dije.
-Si allí, sobre aquel monte, ¿no ves
una cruz?, ¿una gran cruz de madera oscura?
La vio.
-Aquella cruz fue de mi padre y mañana
será tuya, lo mio
es otra cosa.
Sonrió.
-Mi desdicha es saber hacer
que el viento camine a mi paso,
que las noches aclaren con mi pensamiento,
que las medidas se tornen excesivas,
que la palabra cobre vida.
Me miró.
-Pero tú, tú has de descubrir
hacia donde caminan los vientos,
cuan tenebrosa será la noche,
cuánto medirá tu felicidad
y qué palabras no deberás pronunciar.
Calló.
-Tú has de averiguar
quién conoce tu mirada,
quién escucha tu voz,
quién ama lo que tú amas,
quién decide que tú decidas.
Bajó la mirada.
-La vida es terrible en brazos
de un destino que tú no has decidido,
lúgubre si miras a tu alrededor,
sombría si piensas que la felicidad
ronda por las cercanías de tu casa,
apática si no la besas en los labios.
Cogió mi mano.
-Has de saber buscar entre basuras
a ese ser que será tu compañera,
has de tener en cuenta sus batallas
y tus guerras...,
sus mentiras y tus verdades,
tus palabras y sus silencios.
Suspiró.
-Mi vida es un destino entre mitades,
lo de dentro del bocadillo,
la paz entre dos guerras
y la guerra entre dos paces.
Me volvió a mirar.
-Pero tú,
tú has de ser tu camino
que sale del mío y nunca
regresará a él,
el recuerdo que te hará sabio,
la promesa incumplida de ser
más feliz,
más alto,
más inteligente
de lo que yo he sido.
Una lágrima surgió de sus ojos.
-Tú serás yo y serás
tú, cuando nuestras vidas sean sólo
tu vida,
cuando nuestro pan
sea sólo tu pan
y tú tengas que decidir
con quién compartirlo.
Lloró...
Julio G. del Río