Pisoteo con pezuñas de niebla mi soledad.
La vigilia mece mi adormecido afán sin pausa.
Una niña respira por la nariz
Burbujas de césped moreno.
Una pareja que nunca se tocó en vida,
disuelve sus ilusiones,
en el macizo crisantemo.
Los trenes rigurosamente esperados,
pasan de largo,
sin besar mis huecos.
La soledad mastica las baldosas sueltas
de mi calle.
En una oficina el sonido antiguo
de una máquina de escribir,
es el triste prodigio de los días.
El cielo llora azul y barro.
Las ovejas saludan con aire marcial
Y con pegotes de carroña,
en las ojeras.
Mi soledad compartida tiene el precio
de todos los secretos del mundo.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
viernes, 1 de junio de 2012
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