Siempre me traicionaste, amor y la embestida
de las noches en que desabrochabas mi cintura
eran mi paraíso reencontrado.
Ya no importa que me fueras infiel, eras
para mi vientre, agua de rosas fértiles
que habían de nutrirme, desviar
esa locura –dicen- de mis días en celo.
Si volvieras, amor, hasta mi lecho
volvería a ofrecerte mis claveles,
mi púrpura encendida hasta la aurora,
recorreríamos juntos la espesura
de un mar encabritado y bravuconas
sus olas, subirían a darnos con su espuma.
Rostro lleno de escamas, de ojeras hoy, amado,
rostro que me socava aún sin pensarte.
Sólo el recuerdo de tu aroma esplende
mis raíces que guardan tus líquenes azules
tan semen deleitoso en mis rubíes.
Isabel Díez Serrano. España
Publicado en la revista Oriflama 16
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