Homenaje al Comandante Tomás Borge Martínez
Por
Rubén Berríos Martínez
El Comandante Tomás Borge Martínez partió “más allá de las puertas del misterio”.
Tomás fue para mi mucho más que el legendario Comandante Sandinista. Fue mi querido amigo y compadre. Por eso hasta hoy los sentimientos y los afectos no me habían permitido poner en blanco y negro, con justo balance entre razón y emoción, lo que pienso y siento sobre quien fuera el último sobreviviente de los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Todos sabemos de su dimensión continental como latinoamericano por excelencia y anti imperialista firme y sin dobleces. Hoy lo recuerdo como el ser humano sensible, afectuoso y solidario.
Viene a mi memoria aquella mañana no transparente, más bien opaca de octubre de 1979 en ciudad México. En el hangar presidencial Tomás aguardaba junto a un grupo de líderes latinoamericanos para abordar rumbo a Oaxaca el avión del Presidente del PRI (Partido Revolucionario Institucional).
Al llegar a Oaxaca una enorme multitud de las diversas etnias del Estado nos dio la bienvenida. Ese día y los siguientes, culminando no por simple casualidad el 12 de octubre, se fundaría la COPPPAL (Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe).
Estaba allí José Francisco Peña Gómez el eterno dominicano, Presidente de la IS (Internacional Socialista) para la América Latina, líder del PRD y voz de su pueblo contra la invasión norteamericana del 1965 a quien el prejuicio le negó la presidencia y a quien tres Presidentes se la debieron; Leonel Brizola, ex Vicepresidente de Brasil y Presidente del PDT; Anselmo Sule, Presidente del Partido Radical de Chile, ex Senador, exiliado luego de su cautiverio en los campos de concentración de Pinochet; Guillermo Ungo, líder salvadoreño también exiliado y responsable mayor de abrir las puertas a la solidaridad de la socialdemocracia europea para con el pueblo salvadoreño en armas -con él Héctor Oqueli luego secuestrado y asesinado-; Víctor Paz Estenssoro, ex Presidente de Bolivia y Presidente del M.N.R.I. Y por supuesto, recién salido de la montaña y las cárceles nicaraguenses, victorioso desde julio de 1979, el Comandante Tomás Borge Martínez.
Presentes en el recuerdo también están mis amigos Manuel Colom Argueta y Alberto Fuentes Mohr, los líderes más destacados de la resistencia democrática y progresista de Guatemala que habían participado en los trabajos preliminares del Congreso de Oaxaca y poco antes del mismo fueron despiadadamente acribillados por instrucciones del ejército guatemalteco.
Aquella pléyade de prominentes y curtidos líderes latinoamericanos fue convocada por el Presidente más joven en la historia del PRI, Gustavo Carvajal Moreno, cuya visión latinoamericanista y su circunspecta y efectiva labor por los derechos de Nuestra América estoy seguro la historia reconocerá.
En verdad nada me acreditaba personalmente para estar entre tan ilustre compañía. Culebra y unos años en el Senado de Puerto Rico era muy poco; y sólo la convicción de los allí presentes de que América Latina no podrá ser verdaderamente independiente hasta que Puerto Rico lo sea, unida a la insistencia de José Francisco de que COPPPAL no podía constituirse sin un representante de Puerto Rico, explican porqué se me extendió una invitación.
Fue allí en Oaxaca que comencé a conocer a Tomás.
Quizá por mi edad –junto a Gustavo Carvajal, éramos los más jóvenes- o tal vez por las afinidades históricas entre Nicaragua y Puerto Rico (la presencia por muchos años de tropas norteamericanas –no olvidemos que Riggs, responsable de la Masacre de Río Piedras, nos llegó vía Nicaragua- y sobre todo por las colindancias heroicas entre Sandino y Don Pedro), Tomás me mostró desde el inicio un afecto genuino.
Al concluir el Congreso de Oaxaca nos trasladamos a Managua. Cuando se abrió la escotilla el olor a pólvora inundaba el ambiente. Fue la primera de muchas visitas.
Posteriormente Tomás me invitó en varias ocasiones a dirigirme a cónclaves de sandinistas y extranjeros. Siempre tenía tiempo para enseñarme su patria. Quería que la conociera toda, desde Matagalpa a Rosita y Durango y desde Puerto Cabezas a Bluefields. También compartimos frecuentemente como vicepresidentes de la COPPPAL en diversos países de Nuestra América.
Para mi la leyenda del Comandante se iba convirtiendo en carne y hueso.
Nicaragua es tierra de volcanes y poetas. Tomás era ambos. Como volcán era un combatiente que quemaba con su torrente, retumbaba con el trueno de su acción y fertilizaba y fecundaba la tierra de Sandino. Como poeta era un consuetudinario enamorado, era de aquellos que confesaba no podía ir al cine “porque yo, en el cine, lloro” y era un orador y escritor de luz y de vuelo.
Era un ser humano genuino que con candidez casi infantil decía sin miramientos lo que pensaba. Recuerdo una tarde en la calle Del Conde en Santo Domingo cuando tranquilamente tomábamos un café. Uno de esos revolucionarios de boca que abundan se le acercó y le preguntó frente a todo el mundo “Comandante, ¿es verdad que usted mandó a ajusticiar a Somoza en Paraguay?”. Tomás con pasmosa tranquilidad le dijo: “Esas cosas no se preguntan pero si no lo hice, debí haberlo hecho” En otra ocasión me narró con cierto aire de orgullo y satisfacción que teniendo frente a sí a uno de sus torturadores lo perdonó (por años Tomás estuvo encarcelado, doscientos setenta días encapuchado, de pie, encadenado pendiendo de una argolla en la pared). No en balde escribió “Somos implacables en el combate y generosos en la victoria”.
Ese era el Tomás que como Ministro del Interior algunos consideraban “el hombre más temido de Nicaragua”; mientras él respondía que “no se puede amar al pueblo sin ser temido y odiado por los enemigos del pueblo”, y que “quien piense que el fin justifica los medios se convierte en un criminal”.
Por supuesto que no estaba exento de defectos, errores y equivocaciones. El mismo lo reconocía. Decía Martí: “El sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas… Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.
En Buenos Aires tuve que acompañarlo durante horas a cuanta tienda de bebé existía para llevarle unos “regalitos” a sus gemelos Sebastián y Juan y a su “hijita” Camila. Era el mismo ser humano que decía que “Ningún revolucionario debe desconocer a Jorge Luis Borges”.
Me honró con su amistad y -en frase de Tomás- “no resisto la vanidosa tentación de repetirlo”, haciéndome padrino de Juan. En la Habana increpó en público a alguien por hablar mal de “mi hermano Rubén Berríos”. ¡Cuántas veces lo escuché decir, “A tu amigo, de frente critícalo, a sus espaldas, defiéndelo”!
Vino a Puerto Rico en el 1998 para con su presencia solidarizarse con nuestra Independencia. Por razón de que alguien durante una visita de Ernesto Cardenal a Puerto Rico llamó al poeta “lobo vestido de cordero”, las primeras palabras de Tomás al llegar fueron “Aquí llegó el lobo vestido de lobo. Viva Puerto Rico Libre”. Muchos lo recordarán en Guánica marchando junto a Marcela y sus hijos; y luego en la tribuna con su vigor y su poesía el 25 de julio a cien años de la invasión. En La Habana me llevó a casa de García Márquez y al presentarme le dijo: “Quiero que conozcas a Rubén para que siempre tengas presente la Independencia de Puerto Rico”. Más tarde, en el 2006, fue uno de los puntales del Congreso Latinoamericano y Caribeño por la Independencia de Puerto Rico celebrado en Panamá.
Con Fernando Martín fuí a Managua a despedirlo el pasado 2 de mayo. Dieron el último adiós el Presidente Daniel Ortega y el Cardenal Obando y Bravo. Vino a mi mente Martí:
“Iban cargándolo en andas
Obispos y Embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores”.
Cargado también de pena y agradecimiento su pueblo conmovido caminando lo llevó a descansar al mausoleo donde yace Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista. Estará allí para siempre junto a su querido compañero. Bien dijo Tomás ante la muerte de su amigo Carlos lo que hoy se dice de él, Tomás “es de esos muertos que nunca mueren”.
Publicado en el blog revistaislanegra.fullblog.com.ar
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