Yo no soy, ni mi palabra es,
cada una por su lado lo que soy.
Pero es ella, la palabra,
-la soltada al aire o la esculpida-,
el signo más preciso de mi rostro.
La palabra punto de combate.
o la de un soplo que se empina,
la parca encaprichada en ser,
o la que a su aire opaca astros,
lumbres, chispas y candelas;
o la que muerde o hiere la epidermis
y se empeña en ser por ella,
en ella, más que el cuerpo mío;
o la modosa como niña que ofrece
entre una y otra letra, la letra
más exacta de todo el alfabeto.
Lo sé, no fuera lo que soy,
sin sus mañas y paciencias;
y las manos y estos ojos no serían
si no se hundiera por los folios,
con sus líneas, cada letra;
armando por su fila las palabras.
Y, al fin, ser por ella la Ventura,
lo que queda en la alborada
recobrada en la misión del día,
una vida más llena y más perpetua
entre los puntos y las comas;
una fiesta que se queda, anima,
y cunde y se repite por los ojos.
Orlando Rossardi. Cuba
Publicado en la revista Oriflama 16
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