Si somos la misma cosa, Punk, tú y Punk, yo
Cuando me desperté, sentí el aire viciado de la pieza, señal de que afuera habían explotado varios camiones de basura, de aquellos que son alimentados con carbón de hulla. De esa manera, las calles quedaban bloqueadas y los vehículos de la burguesía campante, debían esperar horas enteras hasta que las brigadas despejaran el camino. Me quité el antiguo camisón victoriano, la gorra de dormir y los calcetines. Me envolví con la sábana transpirada, la ajusté al cuerpo con unos cuantos alfileres de gancho, me calcé las botas mohosas que troqué en un mercado de pulgas por un par de zapatos demasiado heredados y salí a la vida. Me desayuno, aspirando fuerte, el humo de las fábricas que trabajan sin cesar y en las que los obreros, por propia voluntad, están atados a las máquinas y no comen ni duermen, sólo beben el agua necesaria para no marchitarse. En la plaza, me encontré con X 260, que dicen es biznieta de Mary Shelley. Me acerqué cautelosamente, me puse en punta de bota y le di un
beso con el anillo oxidado que tengo incrustado en el labio superior. Al chocar con el prendedor de rubíes que le clausura la boca (ella pertenece a una familia pudiente, pero esclarecida), escuchamos juntos el tintineo romántico del metal contra la piedra preciosa. Tomados del brazo tatuado, asistimos a la misa convocada por la guitarra de un roquero muerto, punteada a larga distancia por una uña postiza y militar. La misa se celebra en un garaje abandonado donde se guardaban los delirios de grandeza que la crisis ha suprimido. Cantamos con los disidentes el Ave María Impurísima y nos embarcamos en el debate sobre la situación del mundo. Debatimos y debatimos, hasta que el recinto se volvió espeso y grumoso. En un televisor, colgado del techo, un robot muy popular, echaba por las narices las noticias del día: África había quedado despoblada al fin, Benetton inauguraba una sucursal en la zona polar y la banda de los Sex Pistols anunciaba su último disco, aprobado por la reina. X 260 y yo fuimos a firmar, como de costumbre, la tarjeta de desocupados y corrimos a la playa para hacer el amor libre y chupar miel orgánica. Sentimos con fruición que no teníamos futuro.
Adam Gai(Israel)
Publicado en la revista digital Minatura 116
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Hace 9 horas
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