Penúltima etapa (I)
La mujer de los treinta ha renacido
en su etapa penúltima, ya invierno,
marginando el espíritu materno
en pro del viejo instinto adormecido.
La ha llamado a la puerta el alarido
que estremeció su cuerpo, entonces tierno,
y no sabe encauzar el desgobierno
en que su vida actual se ha sumergido.
Bisbisea monólogos, suspira,
descuida los quehaceres, y delira,
sonámbula de lunas y retozos.
El témpano del tiempo se deshiela,
y el sexo anquilosado se rebela,
desenterrando los antiguos gozos.
Penúltima etapa (II)
Despierta del letargo la memoria,
regenerando el tacto en cada dedo;
cede su plaza a la aventura el miedo,
y el tedio y el desánimo a la euforia.
Rejuvenece. Queda atrás la historia
prosaica, insustancial, simple remedo
de la vida posible, cuyo enredo
es cicatriz y beso, cruz y gloria.
No perderá esta nueva coyuntura,
dispuesta a amar a sangre y quemadura
hasta la extenuación o el infortunio.
Se abre la puerta. El albornoz resbala.
Y en la noche sensual, al fin recala
en su entraña febril el plenilunio.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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Hace 4 horas
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