En el amplio huerto desde donde corrí hacia ti, que esperabas en el hermoso jardín que aún guardan retazos de recordar la mansa visión desde donde encontré en tu mirada lo que buscaba.
Sin oquedad tu mano dibujó mi rostro
sobre el fuego de tu enredado vestir, sentí a tu lado con mucha pasión tu poderoso eréctil afanoso, frente a la verde estancia que aún me permitía disimular.
Con la claridad del júbilo, adivino sentir en reposo placentero tu dorada fuerza y clamor agitante que se abrirá solo para ti, en esa cima lejana que nuestra
intimidad crea, en una silenciosa mirada.
Tus brazos me cubren de paz el alma y desvela mi sueño para acercarme más a tu corazón que rodea mi casa de árboles y me hace verte como un fruto para mí, que ha madurado mis deseo
Estás viva, pisando mi tierra de donde empieza en mi follaje a encerrar amor, canción y vuelo para que sus raíces y la copa abierta del cielo nos eternizan hasta el amanecer de insomne virginal.
Estamos desafiando a los poetas en este evento, quienes no creen en lo que ven, por eso llevo siempre un farol entre mis manos que es mi mirada con toda su realidad, para salir de sus dudas.
Busco senderos perdidos en tu mirada que no me detienen jugar con el agua que humedece tu cuerpo que limpia como un espejo lo que en ella veo tu rostro como cuando todavía eras niña.
Estás aquí a mi lado, sembrada como una noble doncella que respira mis aires, que yerguen hacia el cielo con la algarabía de un Sol que oculta las espigas que han iluminando nuestro amor.
Tiernas miradas convencen a veces triste, sin palabras, sin llanto que andamos por la vereda, con aquella cordialidad, aposentando cada vez más esa pasión que deseamos compartir.
Miro en ti mujer esplendorosa, la malva de la flor que deseo girar en mi memoria, la unión eterna, con la divina providencia que el Todopoderoso posa caminando sobre el viento matinal de Fe.
ELOY GENARO RAMÍREZ JIMÉNEZ
Compartido por Ana del Pozo
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