Solo concibo el amor,
estando pegado a la quietud de tu alma,
rodeado de miradas en el espejo
donde otros nos miran para mirarse a sí mismo,
pero yo, tan sólo oigo el murmullo de tus latidos,
que suaves, atraviesan la escasa brisa que nos separa
para inundar mis oídos de música y aromas a ti,
sólo te concibo a ti,
en el más preciso de los pecados,
escrito en esa biblia que es tu corazón,
a la que rezo cada día para que me instruya
en esas cosas tan importantes como el amor,
en las que mi torpe razón a veces no acierta
y se someta a la dispar lluvia de primavera,
solo concibo a las rosas,
si con su tallo son capaces de hacer sangrar,
y bendigo las espinas que otorgan su defensa
sobre quien no es sensible en su cuidado,
yo las rozo con la misma suavidad que sus pétalos,
igual que acaricio con suavidad a tu piel,
para que no me hagas sangrar,
sólo concibo la luna,
como el faro que alumbra nuestros deseos,
desde aquella primera noche de verano,
hasta la eternidad de un tiempo sin ley,
cuando la luna se oculta en “esos días”,
mis labios desesperan buscando los tuyos,
y a veces, te encuentran en el lucero del alba,
yo no entiendo de amoríos,
ni de camas extrañas ni de lunas distintas,
ni siquiera conozco mas sabores de otros labios,
ni más aromas del deseo en otras pieles,
no he mirado a la luna sin concebirte a ti,
y cuando no estás, es el silencio, lo oscuro,
es la rosa, entre las páginas de un libro olvidado.
Angel Luis Alonso
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