No es suficiente la arena en que mis rojos pasos,
caminan y no tiemblan por los pecados de otros.
En oro convertiste mis huellas y fracasos...
¡Bendito seas, pues! Oh señor de los sin rostros.
Recoge la siembra, que ya la mañana implora,
después de tanta noche reverberando el trigo;
que tu oración sea la cosecha... en su adentro llora.
Haz de la cosecha el corazón del diestro abrigo.
Me habitan tus ojos cual mares transparentes,
igual en la penumbra que en el pleno sol.
No en vano transité por tus dulces vertientes...
Camina ya la luz sin luz ni parasol.
Carmen Azparren Caballero
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