En ciertas ocasiones
cuando estamos relajados
y
escribimos placenteros,
empezamos a volar líricamente
por lugares diversos,
logrando transformar en positivos,
los recuerdos más adversos
y
con nuestras rimas despertamos delectables
y
apacibles ilusiones,
recibiendo luego en pago...
un enjambre de acariciantes
y
volátiles suspiros,
lanzados al espacio
por esos afectivos corazones,
que se sienten tocados
por el encanto de unos versos
que les pulsan cual si fueran liras,
las cuerdas sentimentales;
por eso nos regalan
viajeros
y
etéreos besos,
embriagadores
y
pasionales.
Esas delirantes manifestaciones
son las que nos hacen sentir eternos
y
no unos simples mortales.
A veces una persona
al leer nuestros poemas,
nos sorprenden con sus comentarios cariñosos,
galanes
y
sinceros;
preciso en esos momentos
en los que sobre nuestro ánimo
estamos sentados...
terminamos haciéndonos la pregunta:
¿por qué, no te conocí antes?
Para que juntos compartiéramos la vida,
sonrientes como infantes
y
como adultos,
fiesteros
y
dichosos,
estrenando romance,
llenándonos por dentro
de emociones inesplicables
y
por fuera,
cubriendo nuestros cuerpos
con toques incitadores
y
besos placenteros;
ya sea siendo amigos,
de amantes
o
como esposos
y
aunque mentalmente nos decimos,
¿por qué, he llegado tan tarde?
Lo importante es saborear esas delicias,
sin dosificar estos instantes de entrega
y
de delirio;
que no habíamos vivido antes
y
lo hacemos convencidos,
amorosos
y
sin alarde.
Gerardo Carrascal Santiago -Colombia-
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