Sentada a los lados de mi luna, me balanceaba, enardecidas mis mejillas por esas tiernas palabras que se oían de lejos, como ecos, vacilantes, pero qué cerca yo las sentía. Engalanada y orgullosa, de flores, perlas y amarantos, me vestía, como si esperara que de ese mar zafiro ondularan navíos a mis espaldas, sorprendiéndome con tu llegada. Las estrellas, mis secretos me guardaban, emocionadas también, por sus sonrisas, bellas piedras amarillas que por ese amor lejano, me brillaban y me regalaban sortijas. Soles que yo guardo celosa en mi ababol, una amapola que palpita siempre al son de tus caricias, ésas que me llegan al alma y me traspasan el corazón.
Ay Amor..., que las nubes fucsias te arriben a tu puerto, que el celeste océano se haga amigo de nuestros mundos y se funda en fuego ardiente de pasión y forme un puente entre los dos. Que mi luna dibuje en tu mirada un pequeño brillo de color, que te preste sus plumas doradas y con ellas me pintes unos versos de amor.
Del Cuaderno Celeste de
MILAGROS RUBIO MAS
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