Mira, -me dijo entornando sus ojillos traviesos y arrugados-, aquí estoy para lo que gustes...
Me gustaría que fueses luciérnaga nocturna, gallo de pelea, confabuladora de magias, peregrina de sensaciones diversas, -le dije...
Mira que no sé si tendré fuerzas para tanto, -me dijo...
Me gustaría que te colgaras de todas las estrellas de la noche y me robaras algún lucero que no estuviera aún contaminado, -le dije...
Mira que tengo cicatrices diversas en el cuerpo y ando buscando un alma desde hace varios siglos, -me dijo...
Me gustaría que rebasases el tiempo de la aurora y que te embarcaras conmigo en quimeras utópicos e imposibles, -le dije...
Mira que el silencio sigue siendo mi confidente y compañero, y que no sé muy bien si sigue saliendo el sol para todos, -me dijo...
Me gustaría que fueras guerrillera tenaz de guerras imposibles contra el desamor y la injusticia, -le dije...
Mira que me enamoré ha tiempo del viento y de la luna, que estoy desposada desde antes de mi vida con el sol y las mareas, -me dijo...
Me gustaría sentir que eres el cauce que preciso, el agua que no bebo, el aire que no siento, la luz que no me alumbra, -le dije...
Mira que soy tan efímera como todas, tan inconstante y voluble como las voces que te gritan y te mecen, -me dijo...
Me gustaría...
Mira, mejor lo dejas para la hora de las brujas, -me dijo...
(Y se fue suspirando y sonriendo, y jugando con mis ansias esparcidas)
Luis Enrique Prieto
Publicado en la revista Arena y cal 251
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