El era un viejo marino,
que practicaba la pesca,
de corazones solitarios,
entre la laguna,
y el angosto río.
Si era en aguas mansas,
sabía como actuar,
pero en aguas revueltas,
era su naturaleza,
para poder endulzar las bellas sirenas.
Siempre hallaba uno,
siempre era una linda sirena,
fresca como el agua,
con carita angelical,
hermosa como la rosa.
De dulce aroma,
como el elixir de la rosa,
no era un pescador cualquiera,
tenía buenas mañas,
era un depredador del agua.
Acostumbraba a pescar,
los más bellos corazones,
para convertirlos sufriendo,
en los más despiadados,
devoradores de hombres.
Destrozando su sensibilidad,
por haber perdido ese cariño,
jugando con sus sentimientos,
habiendo sido usada,
como tesoro despiadado.
Objeto de la lujuria,
disfrazada de amor y pasión,
jugando con su corazón,
haciéndolas objeto carnal.
El pescador actuaba,
vacío de sentimientos,
utlilizada y marginada,
por un deseo carnal,
la víctima para destrozar.
Una y otra vez,
Actuaba y destrozaba
sin llegar a pensar,
que destrozaste su magia,
la magia del amor.
moraleja:
si la belleza del amor,
está en un noble corazón,
no seas tiburón ,
se un delfín,
y hazla feliz.
Miguel de la Mancha
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