Adosada a tu cintura
se ciñe la vida,
y en las entrañas canta
las aves de paso.
A morir van
las que nacieron un día,
bajo el vendaval
de copiosas estrellas nuevas.
Sus ojos; ojos de madre.
Manantial de leche fresca.
Cuna diáfana,
arrebatados sueños.
Llora el sustento
huérfano de lamentos.
El viento
quizás toque el otro estribillo.
- El que nunca se ha dicho-
El corazón se rompe
y el cielo hunde sus fauces.
Victoria Elizabeth Nowak
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