Llegué consternado al velatorio de mi tío Serafín.
Levanté la vista para grabar en mi retina la última imagen de aquel hombre bueno tras la cristalera… Y fue entonces cuando estallé en una carcajada feroz.
Tenía varios candidatos a los que atribuir la canallada. Mi tío siempre había sido un “guasas”, vestirlo con el chándal del Real Madrid, bufanda, gorra y vuvuzela era mucho cachondeo para su último viaje.
La pena era la pena, le debía un respeto, pero el escapulario con la foto de Ronaldo me lo ponía difícil.
Una réplica en cartón de la undécima copa de Europa reposaba a los pies del ataúd, mi prima Angustias se sonreía por lo bajinis sin mucho disimulo.
Mi tío Serafín siempre había dicho que si el Real Madrid jugara alguna vez en el cielo, le gustaría morirse para ir a verlo. Me volvió a dar la risa, la madre que lo parió, que se había ido con tiempo a
coger sitio.
En el reflejo del cristal podía ver a mis primos haciendo la ola, no podía dejar de reírme. Reía y lloraba a un tiempo, al fin y al cabo, la pena es la pena.
Manuel Domínguez Marín
Participante en el VI Certamen Microrrelatos Libres Memorial Isabel Muñoz
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