lunes, 29 de agosto de 2016

EL TÍO Y LOS SEMÁFOROS


De pronto, desaparecieron todos los semáforos de la ciudad. El tráfico era un caos durante días y meses. Autobuses, bicicletas, coches y motocicletas se entremezclaban en las calles formando un hormiguero de vehículos. La gente estaba preocupada, y solían reunirse en la Avenida Cívica para comentar este insólito hecho. Sospechaban de ladrones que habían llegado desde el extranjero. Otro conglomerado de gente, en la Plaza 10 de Febrero, aseguraba que los “contras”, o sea los opositores al Gobierno estaban boicoteando el orden de la ciudad. Sin embargo, la Policía siguió las pistas a un hombre, alto con sombrero de ala ancha, que caminada por las noches con un cigarro prendido entre los labios.

Finalmente, los carabineros entraron a la mina San José. Y en la cueva más recóndita descubrieron que allí estaba el Tío, riendo a carcajadas, con los semáforos amontonados uno sobre otro.

Javier Claure Covarrubias
Publicado en la revista Arena y cal 239

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