Muéstrame el calor de tu frialdad, la delicia
de poder conquistarte, de poder defenderte,
de aplaudir tu mirada puesta en mis ojos.
Dime que quieres a mi hijo como si fuera tu hijo,
sin conocerle, sin haberle besado,
sólo porque es mi hijo…,
y te amaré siempre.
Dime que perdonas que no te haya encontrado antes
y perdonaré que no me hubieras buscado…, dime
que el mundo puede ser
un lugar de misterio…
Muéstrame tu mano y cuéntame
cómo se ven los colores del mundo
sin las pátinas de las lágrimas…
Muéstrame el silencio en medio del ruido…,
muéstrame la música rodeada de silencio…,
y te amaré siempre…,
siempre…
Julio G. del Río
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