Anuncia el autor de Las cosas del campo, después de haber reflexionado sobre la hermosura de la Naturaleza y de la amada que el amor es motivo de muchas cosas y que "no hay sitio para nada que el amor no proclame;". Amor y Naturaleza casi no se separan en la poesía de M. Rojas, en el pasaje siguiente el antequerano (1951) comienza hablando sobre el amor para referirse rápidamente al campo, el tema del amor va unido frecuentemente con el de la Naturaleza:
¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas, como las aguas bajo la tierra, luego salen en manantial donde menos se espera. Nada se espera y el amor menos que nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la esquivez. ¡Oh enorme cuerpo de amante! Por tus barrancos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus caminos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocultos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te he cabalgado.
Al enterarse de las circunstancias en que el poeta antequerano escribió sus obras de tema amoroso, se entenderá la relación entre la Naturaleza y el sentimiento amoroso. Dice el antequerano que Cantos a Rosa se le ocurrieron de pronto, de golpe, en el campo. En su primer poema de Al dulce son de Dios se advierte esta unidad entre el amor de la mujer y el amor de la tierra; cuando el antequerano habla de la tierra sabe perfectamente que su amada entiende lo que dice: "y si digo "tierra", pienso lo que piensas". José Antonio en su reflexión sobre la belleza de la Naturaleza, no deja de pensar en su amada, algo que se observa, por ejemplo, al anunciar: "que el agua está entendiendo lo que digo/ tan bien como tú a quien mi canción se dirige!".
Muñoz Rojas, es un amante de la tierra, el campo, las flores, las aves y, por eso, invita muchas veces a su amada a que contemple la belleza del campo en “Dangle Lane”, 1932:
Mira este campo verde, estas encinas
Y estas rosas, llévalas contigo siempre,
Sin olvidar que el día nunca acaba
Cuando cada reloj, en cada alma,
Dé doce golpes lentos al silencio.
Mire este campo verde, las encinas
Y en Ardiente Jinete le dice: “Seguramente oíste hablar de la aurora/ y del crepúsculo;” El antequerano le invita a ver lo que nunca ha visto y saber lo que no ha sabido; es una invitación de la amada para disfrutar de lo natural, de las cosas cotidianas, que tienen un gran valor para él:
Quédate ahí sentado.
Ahí estás bien,
ahí ves los borreguitos pasar,
el agua quieta, quietísima,
admirablemente la primavera
Aunque en Ardiente Jinete se trata de una naturaleza “desordenada y sugestiva, muy lejana de la verosimilitud posterior”, una naturaleza que coincide con su invitación a la amada a salir de las ataduras tradicionales del amor:
He pensado, amor, que nos vayamos a una aldea´,
para que te acostumbres a salir a la calle sin corbata
y veas lo que nunca has visto:
pacer las ovejas;
y sepas lo que no has sabido:
el dulce son del caramillo;
y prueben tus zapatos
el prado y la pradera,
y toques las piedras
y las cortezas de los árboles
que tantas veces viste en el cine sin tocarlas.
En Abril del alma donde la Naturaleza está más organizada, invita a su amada a mirar el florido almendro, ofreciéndole un cuadro hermoso y armónico:
Mira el florido almendro donde asoma
con febrero la hoja primeriza,
y juntarse en la piedra de la herriza
lirio sin fruto a olivo sin aroma.
También Luis Rosales hace lo mismo en “Primavera del agua”: “¡Ven!, junto al sol que dorará las mieses/ está la luz donde nacimos juntos/ y el lirio anunciador de la alegría”. La amada es invitada a compartir con él la belleza y alegría de la Naturaleza.
Como explica Cristóbal Cuevas, se puede relacionar la senda del neoplatonismo seguida a veces por José Antonio, que entiende el amor como una vocación ineludible, que llena la vida entera, justificándola en el simple ejercicio del amor, con el sentimiento del hombre de que la naturaleza es la única capaz de entender su sentido, o sea, el hombre sintoniza con la naturaleza. En algunos versos que vienen de un contexto lleno de amor, exclama M. Rojas en Abril del alma:
¡Oh estío con sus fuentes!, ¿cómo negarte asilo
cuando me traes repletas las noches de esperanza
y las jornadas ricas de hermosura y descanso,
bajo la siempre sombra de tu mirada ardiente?
¡Oh estío sin descanso con riberas a mares
que sólo por contar tu hermosura persisten
en llegarse a mojar las playas de la tierra!
¡Oh estío con albercas de paz donde extenderse
y entregar a su sueño de libertad los miembros,
con campos de sosiego donde horas y espigas
tienen el mismo son de música abundante,
y donde los recuerdos nos lamen los costados
y van adelantadas las sueltas esperanzas
lo mismo que lebreles tras la presa segura!
A través de su amada puede ver lo hermoso, pues, ella es “un espejo en que ver la hermosura del mundo”, es como Luis Rosales, que ve la noche en los ojos de su amada. En un cuadro coronado por el amor, el poeta dibuja una tarde fresca adornada por el jaramago, donde el sembrado es agitado por el viento, imagen de la libertad:
¡Ay frescor de la tarde en el albero
que adorna el jaramago mucho y leve!
¡Ay vientecillo que el sembrado mueve,
y amor y libertad en que te espero!
No es de extrañar ahora que el poeta antequerano que está “calado hasta los huesos en el amor”, invite a un amor libre, sin ataduras, carente de todo tipo de complicaciones y reglas; por eso, quiere que su amada salte en el aire libre: “Rosa, la dulce, la temprana, ¡salta!”. Al mismo tiempo, el poeta la llama en “Rosa de siempre” como “mi cadena”, pero siente aire con ella.
¡Oh Rosa, mi cadena!: con suspiros
me tienes amarrado. Tú no sabes
que el peso de las cosas corresponde
a su poder de gozo, y en tus brazos
me siento aire. Déjame que suba.
Ahora bien, Rosa es su cadena y libertad es como la amada de Diego de San Pedro en la Cárcel del amor, donde el prisionero ni podía, ni deseaba salir de la prisión sobre la cual dice “¡qué propia para amador,/ qué dulce para sabor,”. El amor de Muñoz Rojas no es un amor inocente, dulce, tímido e inexperto, para él:
El amor es una incógnita
que no puede resolverse en los bancos verdes,
junto a la fuente verde,
entre los árboles verdes
Pero es un amor que encuentra en la Naturaleza su morada y vida.
Basant Gheiz
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