Ascendió a la cumbre más alta
por laderas de dolor y olvidos,
cuando un alma sangra...
para el amante... todo está perdido.
Se aferró a la tristeza
antes de llegar al abismo,
llorando la sujetó cual presa
para que caiga consigo.
Jamás apuntó con su mirada
hacia el recuerdo doliente,
tampoco abrió sus ojos...
no quería ver el presente.
Su corazón, su lazarillo
andante de lo inconsciente,
no lo guiaría hacia el sol y su brillo
sino hacia el averno ardiente,
donde habitan mil soledades
de carne y de suspiros,
donde lágrimas reavivan saudades
de amores ajenos y libertinos.
Ramón Pablo Ayala (Argentina)
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