Era de noche,
el señor del valle esperaba
la llegada de la gran sacerdotisa
que portaba el fuego sagrado,
donde todos los seres de su reino
pudieran amarlo, ya que simbolizaba
lo espiritual, lo místico, la vida
para todos sus habitantes.
era el alma de la madre naturaleza,
a cuyos pies, dos leones postrados,
rugirían siempre por el valle,
símbolo de la naturaleza agreste y salvaje
de su protectora. la diosa Cibeles.
Dos hileras de sacerdotisas
con sus antorchas encendidas
y totalmente ocultas con un velo blanco,
empezaron como luciérnagas a
entrar en el bosque,
en el centro de todas, venia la diosa,
que portaba en sus manos la luz,
para dar vida y protección al valle.
Entre todos habían construido
un pequeño templo,
y éste sería consagrado y culminado
con la llegada del fuego sagrado,
donde ellos lo cuidarían siempre,
para que la diosa los protegiera
con su luz, amor y sabiduría.
Los tambores sonaban al unísono
con los latidos del corazón de todos,
iban inundando el valle,
llegaban de todos los reinos
a contemplar la ceremonia,
pues amaban todos a la diosa
y sus ceremonias ancestrales,
la tierra retumbaba con la energía de ella,
y todos sobrecogidos sentían
a la madre de todos ellos, la tierra.
Llegaron al templo
y colocando ella el fuego en su lugar,
sin volverse, alzó los brazos,
para despertar las fuerzas de la naturaleza,
dadoras de vida y protectoras,
gritó al cielo ¡¡Cibeles!!
y todo empezó a llenarse de vida.
Las grandes cascadas de agua caían
y al chocar con las rocas,
una espuma blanca lo cubría todo,
era su pureza,
y cayeron sus velos,
y al caer,
parecían perlas blancas
en sus moradas divinas,
las arqueras de la madre
lanzaban sus flechas al cielo
queriendo coger las estrellas,
y los leones rugían en las montañas
símbolo de la fuerza y la belleza de ella,
de su madre divina, su reina.
FRAN TRO
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