Llego con los huesos borrachos
al rincón de un bar reventado de cipreses copulando.
Los huecos desollados de vocales ebrias
cumplen su misión
como pamelas en un campo de minas.
La luna ametralla con sus linternas
de última generación
a gorriones que cuelgan de sus astas.
La cuna del diablo retrocede
con el vacío del último vaso.
El último vaso es el globo sonda
sordo y con las legañas de la derrota.
Bares, esos lugares.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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