miércoles, 3 de diciembre de 2014

AGALLAS (4ª PARTE)


Enfilo el pasillo con la precaución de un felino. La penumbra me produce una rara seguridad. Solo me centro en mi objetivo, sé que está en la casa, el problema es donde. No tengo prisa, con mi primer desafío superado, el segundo se convierte en puro placer. Escucho una voz lejana, con esa risa sarcástica que tengo grabada en mi mente. Rezo en silencio porque esté solo, no quiero invitados en esta fiesta privada. Su voz es cada vez más clara, me acerco a su guarida. A través de una rendija lo veo sentado en su sillón ejecutivo, con su inseparable copa de whisky en la mano. La conversación es telefónica. Deduzco rápidamente que con una mujer, no solo por su tono asquerosamente falso, sino por las mentiras que antes yo misma había escuchado. Debo esperar a que acabe la conversación. El monstruo sigue con su guion, el del hombre elegante y caballeroso… casi rozando la utilización de sus miserias para atraer a su próxima víctima, contándole que hace poco que se ha quedado viudo, como no de mí. Es extraño pero no me altero lo más mínimo, es esperable de él. Finalmente la conversación finaliza, el masculla un “zorra” entre dientes. Saco mi arma colocándomela en la espalda, sujeta por mi pantalón. Entro con la tranquilidad de saber que no existe la posibilidad de una marcha atrás. Gira su sillón, y tras la primera impresión de sorpresa, no se inmuta.
- Eres una zorra muy difícil de matar, estúpida muñeca de trapo- me suelta con violencia, como no.
- No sé porque creo que tú no eres tan difícil de matar- sonrío sin apenas darme cuenta.
- No tienes cojones, tan solo eres una débil mosquita muerta, cobarde, frágil… en definitiva una mujer como todas.- se levanta de su asiento.
- Sabes lo que te convierte en el maltratador más estúpido del mundo? tu soberbia.- aún no cojo mi arma, durante un instante las manos me tiemblan mientras recuerdo sus golpes, cada una de sus humillaciones, de sus vejaciones…
- No olvides que ya estas muerta, y fui yo quien te mate, tal y como te prometí.
- Quizás por eso ya no tengo nada que perder.
Posiciono mi mano sobre mi revolver cargado con once balas. Quiero tenerlo más cerca y descargar toda la munición sobre el…

ANNA LAFONT
Seleccionado por Martín Molina García

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