—¡Qué lindo globo! —exclamé.
Sólo pretendía ser amable con el niño que se sentó a mi lado en el banco de la plaza, junto a una mujer embarazada, que supuse su madre.
—No es un globo —dijo muy serio.
—¿No? ¿Qué es?
—Un planeta de sueños. Los planetas de sueños están habitados del lado de adentro.
—¡Ah! ¡qué interesante! –respondí—, ¿y cómo sabés eso?
Me miró con pena y cierta superioridad.
—Todos los chicos saben. Pero cuando se hacen grandes, lo olvidan —contestó, mirando a la mujer.
Ella asintió. Qué linda historia, pensé. Yo, ¿no la sabía o no lo recordaba? La curiosidad me empujó a seguir conversando.
—Y, ¿cómo se entra al planeta de los sueños? —pregunté.
—Dormido. Cuando despertás, se pincha el globo y los sueños desaparecen.
—¿Y de quién son los sueños de ese globo?
—De mi hermanito —se puso derecho, con orgullo—; está durmiendo en la panza de mamá y yo le cuido sus sueños. Hasta que nazca.
El hermoso globo azul se bamboleaba con la brisa, sostenido por la mano firme del niño.
Nanim Rekacz -Argentina-
Publicado en la revista Ficciones Argentinas
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