Siempre hay algo que hacer.
Una mariposa pequeña y negra
se posa en mi hombro,
sacrifico mi tiempo,
escribo que una mariposa negra,
con dos puntos negros en el borde de las alas,
se posó en mi hombro.
Veo un sujetador inmenso
tirado en el suelo de un patio
junto a una cesta de ropa recién planchada,
pienso que hay gente que cuelga del cuello animales muertos
en cuerdas de tender la ropa
y que el otoño restalla en los huesos de mi rodilla.
Añoro los días en los que no pensaba,
en los que no sabía qué pensar.
Abro cajones rebosantes de ecos de Pandora,
cierro puertas desvencijadas con restos de humedad,
pienso en palabras que se escriben con hache,
leo enjundiosas revistas que no hablan el lenguaje de las mariposas,
que se posan en hombros ajenos y añejos,
ni en las copas inmensas de un sujetador color carne.
Sacrifico la sed de los días.
Hago.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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