sabe el estrés de mi archipiélago
subido al dromedario hiperbólico
cuánto sabés de mi inescrupulosidad
y tientas al orbe a menudo
con colmillos de comadreja//
bajo mi tierra hay huesos derruidos
bajo mi sangre semen fermentado
y te aseas con olfato de perro
aullando desconsoladamente/ y abofeteado
por la insignificancia de esa hora
existe el día en que nada brota
del infierno hasta este pobre reflejo de la vida
o es que el desperdicio
estéril ha sustituido al viento
sabes de favilas incorruptas
al acero le falta tu papel de seda
para que este ruido
parta la noche y sus misterios
Del libro "Se necesitan ojos" de
Nicolás Antonioli -Buenos Aires-
Publicado en la revista Poesía del mondongo
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