Búscame en el maremagnum.
En el ósculo desarraigo de la mirada.
Donde la contemplación se une
al transito,
donde las huellas, no son de nadie.
Y el frío cala el espíritu
y lo hace gélido.
De un gélido palpitar que invoca
Dioses en su propio Olimpo,
y te arrulla como el ruiseñor
a la marea...
ISABEL REZMO
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