Tímidos, descalzos
como la pureza que en tus ojos brilla,
desnudos como el río
que refresca tus manos
para no sentir el calor
que de mis manos se contagian.
Los descubrí húmedos de huellas
en las playas heridas de mi puerto,
refrescados de olas, sal y arena,
Diminutos, comulgando leves
con mis pasos que persiguen tus huellas,
que al unísono fiel al vaivén del viento
y la cadencia rítmica de tus caderas
moldean la brisa que embarga la mañana...
Una cascada de caricias
sobornadas de frescura por tu cuerpo
desbordan trémulas de mis manos
en tus senos, morenos y radiantes.
La cascada enredada de tu pelo, rodando
en tu cuello como milagro cristalino
del pistilo de mi copa,
como puerto de partida de mis sueños.
Mi barco de ilusiones
resumido en manos trémulas
bogando a la deriva los mares de tu espalda,
vagando el universo de tu vientre
cayendo como lluvia
hasta el centro infinito de la creación de tus deseos,
donde fallece mi último suspiro,
donde se queman las entrañas del olvido,
se quema la vida, renace el amor...
Todo el encanto, peninsular,
moreno como las acacias,
dulce como la miel de oporto,
como las uvas de octubre,
de carisma bronceado, tus piernas
como torres de los templos de Osiris,
carismáticas hacen musas de mis manos,
que deslizan su calor hasta tus pies de medusa
entre mis pasos que pregonan a los vientos
la flacidez de las huellas de tus pies descalzos
que señalan mi camino para amarte siempre,
para no olvidarte...
Ricardo Flores Joya -El Salvador-
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