Tuve sed y de ti bebí.
Refrescaste mi garganta sedienta
y tu agua corrió barbilla abajo
mojando mi desnudo pecho.
En todos los bares presidías el mostrador
y el sudoroso caminante en ti
calmaba su sed del camino
alzándote con mimo para no desperdiciar
ni una gota de tu líquido contenido.
Tu belleza residía en tu interior.
Tu exterior era vulgar, sin adornos.
Creado en un taller en un rústico torno
al mismo tiempo que otros parecidos
pero nunca iguales.
Hoy eres objeto de museo
que a quien te ve recuerdas
otros tiempos para ti mejores.
¿Volverás algún día a saciar
la sed de los caminantes?
¿Volverás a presidir
las barras de las ventas?
Tal vez algún día, de algún año,
de un futuro imprevisible.
JOSÉ LUIS RUBIO
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