Se supone que el intelecto se utiliza para pensar, y que el ser humano, por ser capaz de utilizarlo como ninguna otra especie, debe aspirar a hacer de él un instrumento de cambio; tanto de uno mismo, como de la sociedad en la que se vive.
El llamado “intelectual”, debería aplicar su mayor conocimiento –o su mejor aprovechamiento del cerebro- para, amén de crear, aportar ideas para cambiar al ser humano, o sus condiciones sociales.
Algunos, que el universo del poder endiosa para sus fines particulares, se convierten en adalides de las injusticias, en defensores de lo añejo y lo caduco, en meros heraldos que hablan de “libertades” y defienden un capitalismo salvaje, unas democracias vigiladas por occidente, o unas diferencias sociales basadas en el dinero y en la meritocracia. Para ellos, libertad es la de empresa, igualdad es la del dinero, y fraternidad, la de sus mismos colegas de profesión mentirosos.
Así, en estos días que hemos perdido a un intelectual de los comprometidos auténticamente con el pueblo, el bueno de “Gabo”, su némesis, un tal Mario Vargas Llosa, aboga por la más rancia derecha, por el desprecio a los movimientos sociales, y por hacer la “ola” a Aznar y sus adláteres de América Latina.
Eso tiene la miseria del intelectual vendido al poder.
Francisco J. Segovia -Granada-
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