jueves, 13 de diciembre de 2012

TRANSMIGRACIÓN


Cuando la náusea de saber
que uno ya no es ni siquiera ateo,
que pasará más tiempo muerto que vivo,
el antídoto de la transmigración de las almas
barrerá la tristeza con la ilusión de lo por hacer,
de lo por hacer en las múltiples otras vidas.

Con la ilusión de, impune,
ser los labios de quién más te amó de lejos,
de tocar sin prisas todos los pechos del mundo,
de sorber con ansia las risas que no os prestasteis,
de gozar con la presencia de amores futuros y pasados,
con la ilusión de la contundencia:
que transmigren las almas,
mientas damos esquinazo a los miedos eternos.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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