Desestimando que un humano lo es también por su capacidad in-corpórea de venganza, el ogro escupe cada hueso del cadáver con tal puntería que rearma su esqueleto. Desde el viento, un hueso regresa a la boca abierta del ogro. Queda clavado en su garganta, oscilando, pulido a dentelladas como trofeo.
Del libro Cuentos del ogro de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
Publicado en la revista Los Cuadernos de las Gaviotas
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